Dicen que el gato y el ratón se llevan mal. ¡No?
Pero la gata y el ratón, al parecer no. Porque está claro que que este es su hijito.
Nos imaginamos la cara del padre gato en el momento del nacimiento al darse cuenta de la infidelidad. Y la gata madre: “Es que tuve un antepasado ratón…”
Ya, ya.
¡A otro perro con ese hueso!